Una dura prueba a la tolerancia y a la paciencia

Ayer martes 8 de noviembre, fue un día muy traumático como para desplazarse hacia la ciudad de Buenos Aires desde el Oeste del Gran Buenos Aires, fundamentalmente debido a la medida de fuerza dispuesta por los conductores de trenes aglutinados en el sindicato La Fraternidad, y a los restantes gremios de trabajadores ferroviarios de las distintas áreas de la actividad en que se dividen la diversas actividades de ese medio de transporte tan importante para ir y venir desde y hacia la ciudad capital de nuestro país. Esta es una de esas ocasiones en que los que vivimos en esta zona del oeste del conurbano comprobamos hasta que punto podemos estar tan crudamente «a la buena de Dios». Lo que me tocó vivir ayer francamente excede mi capacidad de soportar todo tipo de pruebas de mi paciencia, ya que debía obligatoriamente estar al mediodía en la zona céntrica porteña para un trámite ineludible e impostergable, que estaba debidamente programado desde hace ya una cantidad de días. Y debo aclarar que soy de aquellas personas que en general trato de no viajar a la ciudad de Buenos Aires con mi coche, ya que no estoy acostumbrado al intenso tránsito de la gran ciudad con todo lo que esto acarrea. Por lo tanto, suelo hacerlo en transporte público, aunque es muy fácil comprobar que tanto trenes como ómnibus no disponen de buenas frecuencias, más conociendo la cantidad de usuarios que utilizan el servicio en ambas modalidades de transporte. Desde la jornada anterior irrumpió parcialmente la información que prácticamente todos los medios de transporte iban a realizar un paro de 24 horas durante la jornada de este martes 8, ya que reclamaban la entrega de un bono de $ 50000 para los jubilados ferroviarios. Y digo parcialmente, ya que los medios informativos, tanto radiales, televisivos así como las plataformas digitales, no suministraban información clara ni precisa sobre las características de esa posible medida de fuerza que implicaba una dificultad mayúscula para la monumental cifra de usuarios de medios de transporte que todos los días deben hacerse presentes en la gran ciudad. Solo se brindó la información que las autoridades nacionales iban a mantener una importante reunión para intentar destrabar un posible acuerdo para que esta medida multigremial finalmente no se tomara. La implementación de la conciliación obligatoria fue acatada por los gremios del transporte, excepto por el variado staff de sindicatos ferroviarios que se negaron a respetar esa decisión del Ministerio de Transporte, dejando a pie a muchísima gente que habitualmente depende los trenes para ir a sus trabajos y obligaciones a la gran ciudad. Obviamente en estas circunstancias, las frecuencias de los ómnibus que circulan por la zona en dirección a Buenos Aires muchas veces insuficientes en condiciones normales, de ninguna manera pueden satisfacer este exceso de demanda descomunal. Pero nadie de las autoridades parecieran reparar en estas circunstancias, que hasta pasan a ser de algún modo naturalizadas, tan solo consideradas a veces como «excepcionales». Expuesto a la penosa circunstancia de tener que mantener una muy prolongada espera sin lograr precisar si estaba en condiciones de llegar a mi compromiso, tomé la decisión inevitable de dirigirme a la gran ciudad con mi automóvil, que más allá del considerable costo de combustible y peajes, implicaba una tensión desmedida totalmente inusual para mí. Incluso esto agravado por las circunstancias que en ciertas vías de acceso a Buenos Aires, ante el evidente incremento de los vehículos habituales, se produjeran algunos accidentes, que en algunos casos, complicaron aún más la ya de por sí compleja situación y retrasaron la circulación en esas vías habitualmente muchísimo más rápidas. La falta de costumbre, ya que suelo circular por allí en muy pocas ocasiones, hizo que me viera expuesto a situaciones de amenaza de la seguridad ante algunos conductores que parecieran no notar que comparten esa vía de circulación con otros vehículos, sintiendo seguramente que se encuentran en soledad y pueden hacer lo que les venga en gana. Cuando no también percibir con preocupación como se adoptaban algunas maniobras que como mínimo no son las más aconsejables para aplicar en una jornada como esa. Pude finalmente llegar en tiempo y en forma al compromiso que debía. Pero comprobé una vez más, por si fuera necesario, hasta que punto quienes vivimos en esta zona del Oeste del GBA, estamos permanentemente expuestos a este tipo de circunstancias que nos exceden de tal manera, poniendo a prueba nuestra tolerancia y nuestra paciencia.

Jorge Elinger