Contrastes entre transportes y protocolos teatrales

El precario servicio público de transporte que padecemos desde hace años quienes vivimos en el Oeste del Conurbano del Gran Buenos Aires, se ha visto resentido aún más en este contexto de pandemia, que pone en evidencia la baja calidad de la oferta que está disponible para trasladarse hacia la ciudad de Buenos Aires y/o regresar desde la gran ciudad a nuestras casas. Si uno intenta viajar para acceder a una necesaria y siempre gratificante propuesta teatral, luego del prolongado paréntesis por la compleja situación sanitaria imperante, nos encontraremos con un evidente contraste, puesto de manifiesto a partir de los protocolos que los empresarios teatrales ponen en funcionamiento para que la actividad escénica se desarrolle con la seguridad requerida y que el público pueda asistir sin riesgos (con un aforo hoy del 26% de la capacidad). Y por otro lado, la modalidad que roza la irresponsabilidad empresarial, con que se está brindando el servicio de transporte público de pasajeros, sin ningún control o supervisación de parte de autoridad alguna, sin incremento de frecuencias, y con nulo distanciamiento social entre los usuarios. Del servicio de tren podemos decir que el ramal diesel brinda un servicio de peores condiciones que tres décadas atrás. Ni un tren por hora es la frecuencia en la actualidad. Y la aplicación que informa a través de la telefonía móvil la circulación de las formaciones ferroviarias, ni siquiera funciona correctamente, por lo que es una verdadera «lotería» conocer los horarios y la certeza de la circulación de los pocos trenes que funcionan.

Mantener las mismas frecuencias atentan contra el distanciamiento entre usuarios
El aforo teatral que posibilita el distanciamiento social